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Antes de ser detenido en la hacienda Paispamba, en las inmediaciones de Popayán, el General Francisco José de Caldas planeaba viajar a Europa para ver el eclipse solar de 1820, y antes de que el eclipse se le convirtiera en uno de sus sueños por cumplir, Caldas estudió matemáticas y astronomía con obcecada obsesión. Luego, se embarcó con José Celestino Mutis en esa empresa maravillosa que se llamó Expedición Botánica y posteriormente, se hizo ingeniero en un país en donde era casi imposible hacerlo, pero además creó las bases para la primera escuela de ingeniería militar en la Nueva Granada.

Francisco José de Caldas nació en Popayán en 1771. Fue el quinto hijo de José Caldas García y Camba, un español de nacimiento, y Vicenta Tenorio y Arboleda, quien pertenecía a una familia criolla. Realizó sus primeros estudios en el Real Colegio Seminario San Francisco de Asís, en Popayán, y posteriormente estudió leyes en el Colegio Mayor del Rosario, mientras desarrollaba estudios autodidactas de matemáticas y ciencias. Caldas fue el primero en medir la altura del cerro de Guadalupe y esto le permitió conocer a José Celestino Mutis, quien fuera uno de sus mayores influencias.

Aunque es bien sabido, que Caldas se convertiría en el estudiante más avezado de Mutis, y que después de su muerte fue la cabeza del observatorio astronómico, su faceta como ingeniero militar ha sido poco explorada. A principios del siglo XVIII, era casi imposible que se abrieran las puertas para crear centros de formación en ingeniería militar, pues los españoles no veían con buenos ojos, por obvias razones, que los americanos conocieran y aprendieran sobre el arte de la guerra. Así que una de las primeras decisiones que toma España, es que las academias de formación y la totalidad de los proyectos realizados en cualquier parte de América de obra civil o religiosa debían ser aprobadas en la Academia de San Fernando. No obstante, las academias de formación para abogados, médicos o artesanos no tenían ningún inconveniente, pues de alguna manera no representaban ningún peligro para la estabilidad política. Después de varios intentos de algunos americanos, y de múltiples desaprobaciones desde España, decidieron responder de la forma más pragmática: la Catedral de Bogotá y el Observatorio astronómico fueron realizados por Domingo Petrés sin pedir permiso a la Academia de San Fernando, que con certeza hubiera impedido la realización de las obras que hoy aplaude.

Por ello, el esfuerzo que hace Francisco José de Caldas, para dictar los cursos de ingeniería militar en Antioquia, es una labor invaluable para la historia de Colombia y es lo que intenta recoger este libro publicado por el Ministerio de Cultura, el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana -Cedodal- y la Fundación Escuela Taller de Bogotá, bajo la dirección de los arquitectos Ramón Gutiérrez y Alberto Escovar Wilson-White.  Francisco José de Caldas y las obras de ingeniería militar en la independencia de Colombia, explora la faceta ingenieril del Sabio, recoge algunos dibujos y planos de construcción de las obras de ingeniería, además de la bibliografía con la que Caldas dictaba los primeros cursos a sus estudiantes de la escuela de ingeniería militar que fundó en 1813, y que puede verse, también como un acto de emancipación.  Aunque la Escuela de Formación en ingeniería militar fundada por Caldas, sólo duró hasta 1815, implantó las bases para el desarrollo de otras y sin saberlo, el Sabio escribiría el segundo manual de ingeniería Militar publicado en América, con el material estudiado en dichos cursos.

Por: Gustavo Bueno – Asesor editorial de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura. http://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Paginas/El-Sabio-Caldas,-ingeniero-militar.aspx

Caldas y los ingenieros

Para la Asociación Colombiana de Facultades de Ingeniería (ACOFI) es muy valioso entregar a la sociedad, en el 250º aniversario del nacimiento de Francisco José de Caldas, este documento de carácter histórico que describe cómo, a través de su trabajo e investigaciones, el Sabio payanés logró reconocimiento como ingeniero. Su legado ha quedado siempre asociado a esta profesión debido a los distintos vínculos que mantuvo con ella en una parte de su vida, en circunstancias y escenarios muy diversos.

Más allá de los asuntos científicos o técnicos, el aporte de Caldas se enfocó principalmente en exaltar el honor y la dignidad en el ejercicio profesional, en el deber que tienen todos los ingenieros para asegurar su reconocimiento y respeto, asunto que, en este momento complejo para la ingeniería en Colombia, cobra especial relevancia. Es así como es necesario que tengamos siempre presente en nuestro proceder la enseñanza consignada en una de sus más sentidas frases:

“Ninguno puede ser grande en una profesión sin amarla. Amad la vuestra y hacedla amar de vuestros conciudadanos por una conducta noble, dulce y virtuosa”

En nombre de la Presidencia, la Vicepresidencia y el Consejo Directivo de la Asociación, quiero expresar todo nuestro agradecimiento al ingeniero Carlos Julio Cuartas Chacón por este trabajo que es un reflejo de su dedicación a preservar la historia de la ingeniería y su interés en promover en los ingenieros la honestidad, la justicia y la responsabilidad social en cualquier ámbito del ejercicio profesional. La lectura de este escrito permitirá a los profesores y estudiantes de las Facultades de Ingeniería del país y a la sociedad en general, acercarse más a Caldas, conocer su vida y las razones que han llevado a que sea considerado como la figura primigenia de la ingeniería colombiana.